Desde que bajas del avión te embarga la magia de esta isla misteriosa en medio del Pacífico. Que pena que la población local quiera aprovecharse tanto del bolsillo del turista, cosa que te das cuenta nada más subirte al taxi. Lo peor no fue el elevadísimo precio, sino tener que aguantar los resoplidos del taxista despotricando de los españoles por ser tan tacaños cuando le pedimos explicaciones por cobrarnos 12 USD por una corta carrera de menos de 8 minutos. Claro, tienen aquí a la gallina de los huevos de oro y quieren explotarla.
En el mismo aeropuerto compramos nuestro pase para visitar todos los parques. El precio es de 40 USD y puedes entrar en todos ellos pero solo una vez. El nombre del pase es Rapanui, como también se conoce esta isla en lenguaje local.Decidimos alquilar un quad por los tres días que nos costó 70 USD. Hubiéramos querido alquilar mejor un coche pero no había disponibilidad. Recorrimos varias veces la isla, que será aproximadamente el doble de superficie que nuestra Formentera. Su forma es triangular y en cada uno de los vértices se encuentran los extintos volcanes, el Orongo, el Terevaka y el Poike.
La capital es Hanga Roa y está muy cerquita del aeropuerto así como el volcán Rano Kay en el área de Orongo, por lo que decidimos visitarlo esa misma tarde.
Es impresionante ver su cráter lleno de lagunas y de vegetación crecida después de miles de años desde su última erupción. Después de disfrutar la visita bajamos a la playa junto a la capital para ver el atardecer en un mágico lugar con nuestras primeras vistas de los famosos Moais en Akapu. Es sobrecogedor ver el atardecer en el mar tras los moais. Se junta mucha gente para ver este mágico momento que no quieres que acabe, dulce, relajante y misterioso a la vez.
Elegimos la opción de subir al siguiente volcán, el Terevaka, a caballo. El mío se llamaba Majera y el de Darlin, Piké. Una experiencia deliciosa subir por los prados a la cima del punto mas alto de la isla a 511 metros. En el camino vas viendo pequeños bosques de arauco y eucalipto, dos especies de arboles invasoras de madera de baja calidad, con las que intentan repoblar la deforestación que hubo en esta isla, según dicen para transportar a los pesadísimos moais y para construir canoas y barcos.
En el trayecto también vimos muchos aguiluchos y al preguntar nos dijeron que los trajeron de tierra firma para que se comieran a los roedores que son aquí un plaga para las cosechas. pero parece ser que se ha hecho amiguitos y no han solucionado el problema. El nombre de Terevaka quiere decir Paso de Embarcaciones en rapanui, la lengua local. Tere es ver pasar y Vaka embarcación. Y es así, desde la cumbre se vé los 360 grados de mar que rodean la isla, puro océano, desde donde si te esfuerzas puedes ver la curvatura de la tierra y desde puedes imaginar a los vigías observando el horizonte y la llegada de embarcaciones.
El momento mágico vino al ver amanecer desde el otro lado de la isla en Tongariki subiendo el Sol por encima de estos majestuosos vigilantes de la cultura Rapanui.
Los tres lugares más emblemáticos son: los 7 moais en A’Ikivi; los 15 moais en Tongariki; y los moais con sombrerete en la bellísima playa de Anakena. Puedes también visitar una “cantera” natural donde tallaban y transportaban los moais en Ronararaku, al pie de un pequeño volcán extinto pero con una vegetación sorprendente Rano Roratka. Si les preguntas el origen de estos moais y sobre todo como los transportaban, todo los lugareños te dirán sin dudarlo, que los moais andaban desde la montaña hasta los lugares de ceremonia.
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Hay que entender que el sentido de la vida es tener historias que contar, no cosas para mostrar.
La sociedad nunca antes había sido tan rica a nivel material y tan pobre a nivel espiritual.