Cuando leí por primera vez Annapurna, primer 8.000 de Maurice Herzog o las historias del mítico reino de Mustang, no podía imaginar que algún día yo también podría visitar los valles que ellos recorrieron. Nepal sigue siendo un paraíso perdido, un lugar en el que la gente sonríe continuamente, en el que el viajero no necesita estar solo para sentirse perfectamente integrado en la naturaleza.

Allí se podía vivir la montaña de una forma diferente porque, además del paisaje, había personas que me dejarían un recuerdo imborrable en mi vida. Las veía recorrer incansablemente el valle, trotando por espectaculares senderos por los que transitaban caravanas de animales o fibrosos porteadores que transportaban pesadas cargas para abastecer cada rincón de esa gigantesca cordillera.
Mi llegada a Pokhara fué un placer para el espíritu, ya al amanecer contemplé la imponente silueta del Machhapuchhre (cola de pez), una montaña sagrada para los hinduistas. Esta montaña forma parte del macizo que me disponía a circunvalar a pie durante los próximos 16 días.
Hari Sharan sería mi guía durante todo el recorrido y Pema nuestro porteador.
Como ya tenía el permiso para hacer el trekking que compré en Katmandú, al día siguiente de mi llegada y sin más trámites nos dirigimos a Dumre poblado desde donde comienza la dura caminata por valles y montañas. El recorrido desde Katmandú a Pokhara lo había hecho en un bus local que tardó unas 7 horas en hacer los 200 Km de distancia.
El trekking es muy largo y se suele caminar unas 7 u 8 horas diarias, al principio son muy duras y después vas acostumbrándote. Desde Bhote Odar hasta Manang parada obligada tardamos 7 días ascendiendo desde los valles hasta las altas montañas subiendo por el río Marsyangdi y rodeado por inmensos campos de marihuana, que aquí nadie parece prestarle mucha atención. En Manang estuvimos dos días para aclimatar y poder atacar el mítico paso del Thorung La a 5.416 metros de altura. Tres días desde Manang y llegaríamos a Jameson y 6 más para volver a Pokhara a través del majestuoso valle del Kali Gandaki pasando cerca de la frontera del prohibido Reino de Mustang. Para cruzar el paso es necesario llevar piolet y crampones y buena ropa de abrigo. Muchos de los que lo intentan se tienen que volver por no haber aclimatado bien en Manang y afectados por el terrible y peligroso mal de altura.
hay muchas tiendas de té y pensiones a lo largo de la ruta donde te puedes hospedar, no suele haber luz ni agua caliente por lo que las condiciones son muy propias de aventureros. La asociación de montaña nepalí ACAP tiene marcados a la entrada de los poblados los alojamientos. En Manang las condiciones de hospedaje son muy buenas con agua caliente y luz y mucho alpinista de paso a diferentes rutas. Yo me junté con un grupo y les enseñé a jugar a las 4 cartas, que al decirlo en Ingles el juego se volvía muy divertido. Desde allí ascendí al monasterio más alto de Nepal para preparar mi aclimatación y me quedé una noche con la gratitud de los monjes. El más anciano, ya ciego me regaló un collar de rezo budista que aún conservo y llevo en mi coche 15 años después.










Durante todo el trayecto vas teniendo vistas espectaculares de todos los Annapurnas y del Dhaulagiri. Fui retrasando voluntariamente a todos los grupos para disfrutar de estas maravillas de la naturaleza, escenarios únicos y bellísimos. El punto culminante es el Thorung La al que se asciende en una romería de lucecitas que mucho antes del amanecer sobre las 3:30 de la madrugada comenzamos la lenta y penosa ascensión para coronar a las 9 de la mañana. Muchos como ya he comentado se tienen que volver debido a los fuertes dolores de cabeza del mal de altura. La conquista del paso es algo que fortalece los vínculos con tu equipo y reconforta tu corazón por el esfuerzo. Luego una gran bajada te espera hasta Muktinath donde te recibe un templo sagrado “gompa budista” y una merecida cerveza fría en la casa de té del poblado.
Pasé unos días en Pokhara de descanso y reviviendo los momentos de montaña que había vivido. para volver a Katmandú elegí un transporte público que me condujo a la frontera con la India desde donde hice actividad de Rafting por las aguas bravas de la región de Uttar Pradesh. Lo disfruté muchísimo. El problema fué que como acabé muy tarde y no tenía previsto el transporte para continuar tuve que coger varios autobuses locales y me demoré más de 10 horas en llegar a Katmandú sin ver ni un solo extranjero durante todo el día. una experiencia local donde tuve ocasión de comprobar la amabilidad del pueblo Nepal que en todo momento quisieron compartir conmigo tanto el mejor asiento como su comida ofreciendo con humildad lo que tenían.










¡Qué misteriosa grandeza en estas montañas que se elevan una tras otra dejando entre sí profundos valles cubiertos por una sombría masa de bosques impenetrables! El aire que respiro me trae aromas de recuerdos. La vida puede depender de un hilo, pero mi mente puede volar.

Los viajes tienen ese poder mágico sobre el tiempo y la razón, al obligarte a romper con las costumbres y los miedos, que sin darnos cuenta se han vuelto gruesas cadenas.
José Andrés